sábado, 30 de enero de 2016

IV Domingo Ordinario 2016

Lc 4, 21-30


21Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.»22Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»23El les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.»24Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.»25«Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país;26y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón.27Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.»28Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira;29y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle.30Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

REFLEXIONES:  P. José Antonio Pagola     Hermánn Rodríguez, sj

sábado, 9 de enero de 2016

Bautismo del Señor

Lucas  3: 15 - 16, 21 - 22
15Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo;
16respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
21Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo,
22y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado.»


REFLEXIÓN:  (Papa Francisco) (Diego Fares, sj)

sábado, 2 de enero de 2016

3 de enero 2016 Epifanía del Señor

  Jesús nació en Belén, un pueblo de la región de Judea, en el tiempo en que Herodes era rey del país. Llegaron por entonces a Jerusalén unos sabios del Oriente que se dedicaban al estudio de las estrellas, y preguntaron:
—¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos salir su estrella y hemos venido a adorarlo.
El rey Herodes se inquietó mucho al oír esto, y lo mismo les pasó a todos los habitantes de Jerusalén. Mandó el rey llamar a todos los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Mesías. Ellos le dijeron:
—En Belén de Judea; porque así lo escribió el profeta:
“En cuanto a ti, Belén, de la tierra de Judá,
no eres la más pequeña
entre las principales ciudades de esa tierra;
porque de ti saldrá un gobernante
que guiará a mi pueblo Israel.”
Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios, y se informó por ellos del tiempo exacto en que había aparecido la estrella. Luego los mandó a Belén, y les dijo:
—Vayan allá, y averigüen todo lo que puedan acerca de ese niño; y cuando lo encuentren, avísenme, para que yo también vaya a rendirle homenaje.

Con estas indicaciones del rey, los sabios se fueron. Y la estrella que habían visto salir iba delante de ellos, hasta que por fin se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. 10 Cuando los sabios vieron la estrella, se alegraron mucho. 11 Luego entraron en la casa, y vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose le rindieron homenaje. Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra. 12 Después, advertidos en sueños de que no debían volver a donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.