domingo, 27 de diciembre de 2015

Sagrada Familia – 27 de diciembre de 2015

Lucas 2:41-52

41 Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. 42 Y así, cuando Jesús cumplió doce años, fueron allá todos ellos, como era costumbre en esa fiesta. 43 Pero pasados aquellos días, cuando volvían a casa, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres se dieran cuenta. 44 Pensando que Jesús iba entre la gente, hicieron un día de camino; pero luego, al buscarlo entre los parientes y conocidos, 45 no lo encontraron. Así que regresaron a Jerusalén para buscarlo allí.

46 Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47 Y todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Cuando sus padres lo vieron, se sorprendieron; y su madre le dijo:
—Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia.
49 Jesús les contestó:
—¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?
50 Pero ellos no entendieron lo que les decía.

51 Entonces volvió con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciéndolos en todo. Su madre guardaba todo esto en su corazón. 52 Y Jesús seguía creciendo en sabiduría y estatura, y gozaba del favor de Dios y de los hombres.

domingo, 20 de diciembre de 2015

IV domingo de Adviento (C) 20 de diciembre de 2015

Lucas 1:39-45

39 Por aquellos días, María se fue de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea, 40 y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se le estremeció en el vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. 42 Entonces, con voz muy fuerte, dijo:

—¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo!43 ¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor? 44 Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se estremeció de alegría en mi vientre. 45 ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!

REFLEXIÓN 

RASGOS DE MARÍA

La visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.
Foto de Jose Antonio Pagola.
María que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados del clima de los evangelios.
María, «la madre de mi Señor». Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Este es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. «Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto bendito de su vientre».
María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.
María, la evangelizadora. María ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no solo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.
María, portadora de alegría. El saludo de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate... el Señor está contigo». Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.

 - José Antonio Pagola -

domingo, 13 de diciembre de 2015

Reflexiones sobre el III Domingo de Adviento

Domingo III de Adviento (tomado de...)

Cada año, el tercer domingo de Adviento nos llama a la alegría. Lo importante es saber dónde está la fuente de la verdadera alegría y beber de ella.La palabra de Dios dice que «el Señor está cerca» (segunda lectura), tan cerca que está en medio de nosotros y nos renueva cada día con su amor(primera lectura). Además, si sabemos agradecer todo lo que recibimos del amor de Dios, siempre tendremos motivos para vivir en la alegría y mantenernos en paz.
Ante el testimonio de alguien que vive la fe de modo coherente, muchos se sienten cuestionados y preguntan: «¿Qué hacemos?» Lo preguntan directamente a Jesús (Lc 18,18), a Pedro y a los demás apóstoles el día de Pentecostés (Hch 2,37), lo pregunta Pablo (Hch 22,9). Nosotros, que hemos sido bautizados con el Espíritu Santo, debemos buscar siempre su luz para responder a esta pregunta con la propia vida.

La propuesta de Juan es tan sencilla como comprometida. ¿Somos capaces de compartir lo que no es estrictamente necesario para vivir dignamente? ¿Vamos aprendiendo a hacer del poder un acto de servicio a todos sin aprovecharnos de nadie? Con su radicalidad, el Bautista recuerda que nuestra vida puede ser trigo de buena calidad o paja que se echa al fuego.


Este evangelio tiene una actualidad palpitante. La gente que acudía a escuchar a Juan Bautista, se sentía amenazada por el peligro y la cólera que les podía llevar a la ruina total. Y, según el texto de Lucas, aquellos ciudadanos tuvieron motivos para verse como una "raza de víboras" (Lc 3, 7). De ahí, la pregunta: ¿Qué tenemos que hacer? La respuesta de Juan no se refiere a la "religión" (con sus dogmas, rituales y jerarquías), ni hace alusión alguna a la "política" (expulsar al dominador romano), sino que todo lo centra en la "ética". Que era tanto como decirle a la gente: "lo que os va a sacar de esta situación de miseria será la honradez, la justicia y la bondad". ¿Qué significa esto hoy para nosotros?


Juan Bautista hacía una llamamiento a la "conversión" (Lc 3, 3; Mc 1, 4 par). Hablar de conversión es hablar de "arrepentimiento". Pero si todo se queda en los sentimientos íntimos de la persona, no existe tal arrepentimiento. Porque si una persona se arrepiente de verdad, eso supone y se manifiesta en el cambio de conducta, es decir, cambio de vida. Por tanto, la conversión no es tanto, ni principalmente, un cambio religioso, sino un cambio ético. O sea, se trata de un cambio de conducta. Pero ¿qué conducta?


El Bautista habla de "compartir" lo que se tiene con los que no tienen,"honradez" en el los deberes profesionales relativos al dinero y las ganancias, yla "no-violencia" (Lc 3, 11-13). Es decir, ante todo la rectitud ética. Es importante eliminar los "pecados"pero antes que eso hay que eliminar los "delitos". Antes que ser buen "cristiano", hay que ser buen "ciudadano". El que no es un ciudadano ejemplar, ¿cómo se va a poner a hablar del Evangelio? Si la Iglesia mantiene y defiende "privilegios" fiscales y económicos, ¿con qué cara le va a explicar a la gente el Evangelio de la generosidad y del amor?



Orar con el Evangelio
De todo corazón te damos gracias,
Dios nuestro, porque tu palabra
invita a la alegría
y nos ofrece motivos para vivir contentos,
especialmente tu amor de Padre
y la presencia de tu Hijo Jesús
entre nosotros;
haz que siempre alimentemos
nuestra vida de las fuentes
de salvación, como dice el salmo.

«Que todo el mundo conozca vuestra mesura»,
nos ha dicho Pablo;
y por eso te pedimos que sepamos tratar
a todos con respeto, valorando a las personas,
creando lazos de fraternidad y cooperación,
ayudando a llevar el peso de la vida
a los que más sufren
y procurando no ser nunca
un peso para nadie.

Que sepamos aproximarnos especialmente
a quienes no encuentran motivos
para la alegría o los tienen
sólo superficiales y pasajeros
que no llenan el corazón
ni dan sentido a la vida.

Que sepamos vivir escuchando tu palabra,
atentos a la luz del Espíritu
que hemos recibido con los ojos
y el corazón abiertos al mundo
y a la vida de nuestros hermanos,
y siempre nos preguntemos:
«¿qué debemos hacer?»

Danos generosidad para saber
responder como Juan pedía a sus oyentes:
saber compartir nuestros bienes y cualidades,
ser honestos en todos los campos de la vida,
no recurrir jamás al uso de la violencia,
ni con palabras,
ni con acciones o actitudes
de rechazo o desprecio,
para que nuestra vida vaya
adquiriendo la calidad de buen trigo.

Domingo III de Adviento – Ciclo C – 13 de diciembre de 2015

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3,10-18 
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: 
- ¿Entonces, qué hacemos? 
Él contestó: 
- El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. 
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: 
- Maestro, ¿qué hacemos nosotros? 
Él les contestó: 
- No exijáis más de lo establecido. 
Unos militares le preguntaron: 
- ¿Qué hacemos nosotros? 
Él les contestó: 
- No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga. 
El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: 
- Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga. 
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

REPARTIR CON EL QUE NO TIENE- José Antonio Pagola

REPARTIR CON EL QUE NO TIENE (San Lucas 3, 10-18)

La palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.
El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.
Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.
¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?
Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?
Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es esta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.
Por eso, hemos valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.

José Antonio Pagola

sábado, 5 de diciembre de 2015

Domingo II de Adviento – Ciclo C – 6 de diciembre de 2015

LUCAS 3, 1-6

1 El año quince del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide y Lisanio tetrarca de Abilene, 2 bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, un mensaje divino le llegó a Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto.
3 Recorrió entonces toda la comarca lindante con el Jordán, proclamando un bautismo en señal de enmienda, para el perdón de los pecados, 4 como está escrito en el libro del profeta Isaías:
Una voz clama desde el desierto:
"Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos: 5 que todo valle se rellene, que todo monte y colina se abaje, que lo torcido se enderece, lo escabroso se allane, 6 y vea todo mortal la salvación de Dios" (Is 40,3-5).
REFLEXIONES:
     Hermán Rodríguez Osorio, sj (leer)
     José Antonio Pagola (leer)